miércoles, 25 de agosto de 2010

Vallecas - Granollers





Un hombre de Vallecas está en un water. Está en su casa. Después de cagar decide echarle una mirada furtiva a su obra, a su mojito moreno, algo muy normal. Al examinarla más detenidamente descubre que a parte de su color habitual tiene zonas blancas extrañas. El cirullo tiene trocitos blancos que contrastan mucho con el marrón.
La curiosidad le puede, el hombre había tenido problemas intestinales y le preocupaba el tema. No sé.  Armado de valor decide dar el gran paso, decide examinarlo táctilmente.  (Todo esto recordemos que está en su casa eh. Está solo, tiene tiempo. Después se lavará bien las manos).


Descubre que lo blanco son pequeños pergaminos (no más de 1 centimetro de ancho) muy habilmente enrrollados, que se encuentran incrustados en sus heces. Hay seis o siete. Como banderillas.
El hombre, por supuesto, no entiende nada. Hace un repaso de lo que ha comido estos dias. No ve sentido. 
Al final, ya está metido en la faena y comienza a desplegarlos uno a uno sin cuidado alguno, ya ha perdido el respeto. (Están muy manchados, muy rebozados, tenedlo esto siempre en cuenta). En letra muy minúscula se puede leer en los pergaminos chistes, bromas y chascarrillos muy absurdos y muy usados. De un humor muy barato. En uno ponía "Parece menterio" para que os hagáis una idea del nivel.


El suceso de los pergaminos se siguió repitiendo. Cada vez que iba al trono, allí estaban. Siempre. Muy bien enrollados. Eran de papel bueno, del caro. Con el tiempo descubrió que haciendo una dieta saludable conseguía mejorar el contenido de los papeles. Los chistes cada día eran más graciosos, encontraba reflexiones muy serias, a veces incluían citas de personajes históricos o, muy de vez en cuando, crónicas deportivas muy objetivas. Se estaba convirtiendo en su fuente de información favorita. Cada visita al baño era una motivo de alegría, era su momento más esperado. del día. Incluso llegó a tomar laxantes para provocarlo. Estaba muy enganchado. Necesitaba leerlos. Cagase en el baño que cagase tenía que mirarlos, por eso siempre llevaba unos guantes de látex a mano.


El hombre nunca se llegó a imaginar que todo eso venía de la libreta Oxford de un señor de Granollers. Todo lo que apuntaba en ella iba a parar al aparato intestinal de una persona de Vallecas en forma de dosis, en una especie de tweets físicos que viajan junto a la materia fecal. 
Nunca se llegarán a conocer.






Este post ha sido patrocinado por material de papelería Oxford

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